ጥቂት ማየት ስለተሳናቸው ኢትዮጵያውያን
Theresa, sordomuda, teje fulares y bufandas. / LOLA HIERRO Seis céntimos de euro no se puede calificar ni de calderilla. Pero esta minúscula suma fue lo que costó el billete que sacó de la pobreza extrema a los más parias de Addis Abeba, la capital de Etiopía. Sin familia, educación o empleo, pero todos ciegos, sordos, paralíticos o amputados, con la calle como único hogar y la mendicidad como única ocupación, 60 hombres y mujeres del barrio de Mekanisa, uno de los más degradados de la ciudad, un día decidieron cambiar su suerte. Yoseph Adane, de 40 años, recuerda cómo prendió la mecha del cambio. Ciego de nacimiento y sin familia, ya deambulaba por los suburbios de Addis en 1996. Una mañana cualquiera, su colega Molla Mengeste, también invidente y en la calle, llegó con una idea: asociarse con otros sin techo para fabricar objetos y venderlos. Los dos amigos difundieron el plan por el barrio y, en poco tiempo, eran 60 personas dispuestas a buscarse la oportunidad que nadie le